El poder de las marcas de prestigio son en la mayoría de los casos consecuencia del factor emocional. ¿Qué quiere decir esto? Que depende más de factores subjetivos que objetivos y por ello, en tiempos de crisis, las marcas blancas ganan adeptos, ya que consiguen captar a compradores que eligen productos por motivos racionales.
Solo en aquellos casos en que una marca logra demostrar con el paso de los años que todos y cada uno de sus productos suponen la mejor elección, precio aparte, es cuando el componente emocional se funde con el racional y el resultado consiste en ser líder en el mercado.
Es por ejemplo lo que podría pasar con una marca de coches que por su fiabilidad y tecnología suponga un orgullo para sus usuarios y una aspiración para que los que no son usuarios. Esto ocurrió con Harley Davidson que, a pesar de tener en ocasiones una tecnología obsoleta, las emociones pueden esconder sus carencias. Y es que al igual que en ocasiones ocurre con las parejas que obviamos los defectos, con las marcas hay veces que nos ciega el amor.
La mayor muestra de ello es que hasta qué punto la marca, sea cual sea, representa un factor de decisión de compra por sus razones psicológicas y sociológicas en aquellos consumidores que son más susceptibles de dejarse llevar por sus emociones, como ocurre por ejemplo con los jóvenes, que suelen resultar más influenciables por su entorno, más caprichosos e irracionales en este tipo de toma de decisiones. Sin embargo, es un sector de la población que tiene muy claro lo que quiere.
Y es que el objetivo de cualquier marca es conseguir enamorar a sus clientes. Aunque el nuevo marketing se basa en las relaciones directas con los consumidores, aquellas marcas que no se consideren deseables o amigables, serán rechazadas.
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