Con la importancia que actualmente tienen las redes sociales y el poder del usuario en la red, surgen fuertemente debates sobre algo aparentemente nuevo llamado «reputación digital» (aunque no lo sea tanto), o cómo es percibida y valorada tu marca en Internet. Por ende, también se oye hablar con mucha frecuencia de cómo crear la identidad digital de una empresa.
Sin embargo, la reputación digital no es ni más ni menos que la reputación real en el mundo real. Y en cuanto a la identidad digital, ocurre exactamente lo mismo. Por muy potente y atractiva que sea la tecnología, no se puede tener una identidad ficticia que no tenga su análogo en la verdadera imagen de una marca.
Esta identidad digital no puede ser entendida como una imagen virtual de tu marca, porque por mucho peso que actualmente tenga el mundo digital, por encima de él se encuentra el mundo real y por ello, la imagen que tengas de él. La imagen que tienes es la que transmites y tu reputación es similar a la que te hayas labrado en el cara a cara. Siempre que tengas una imagen consistente. Lo contrario es engañar al público y no solo está bien, sino que por normal general suelen pillarte. Y es en ese momento cuando tu imagen digital no podrá hacer nada por ti. No se puede engañar al público, porque entre otras cosas se está engañando primero a uno mismo. Hay que ser lo que se es, no lo que se dice ser.
Muchos consideran que desde cualquier despacho y con un buen ordenador, se puede crear la imagen ideal de una empresa y dedicarse a crear seguidores de forma fácil por redes sociales. Para ello, contratan consultores expertos en imagen digital. Sin embargo, no se percatan de que lo primero es tener bien clara la propia imagen corporativa, disponer de una estrategia de comunicación global y por supuesto, controlarla en todos los ámbitos con la misma fuerza.
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